Der Kastanienbaum: XIV
Schicksal oder Gelegenheit?
Regresó el miércoles tal como llegó la semana pasada... inesperadamente.
Lo que pasó ayer con Jazz no lo recuerdo, sólo sé que ella amaneció en el cuarto de junto.
La desperté poniendo música a todo volumen, lo cual la enfureció por un momento, luego vio la hora y me lo agradeció.
Desayunamos, ella un poco y yo un mucho. Ella nunca fue de comer mucho, decía, generalmente una taza de café y un pan.
Después fuimos a la escuela.
Llegamos como de costumbre, nos sentamos y tomamos las clases como normalmente hacíamos.
Todo era rutinario, hasta que terminó nuestra última clase juntos... y empezó mi clase especial.
Me quedé de pie en el marco de la puerta esperando a que llegara Ginebra... no esperaba a la maestra, ni a mis compañeros... a Ginebra.
La vi pasar y acercarse a mi. Estaba seguro de que no se acercaba a mi, precisamente, sino al aula donde estaba... ¿Para qué se acercaría a mi?
-¿No tienes de casualidad los libros de alemán?
+Sí. Creí que ya los tenías.
-La verdad es que entré a las clases una semana después.
+¿No me habías dicho hace poco que habías llegado un poco después?
-El tiempo es relativo. Entonces... ¿Me los prestas para sacar copias?
+Sí, no veo por qué no.
-Y, ¿Me puedo sentar junto a ti en la clase?
+Sí, no veo por... ¿Qué?
-Sí, creo que si nos sentamos mejor sería mejor, ya que somos del mismo semestre y no somos los más adelantados de la clase, y nos podríamos apoyar y cosas así.
+Bueno... me parece una buena idea.
¿Estaba yo soñando? ¿En verdad ella me pedía sentarse conmigo? No debía dejar que se notara que la veía muy de vez en cuando.
-Mi mochila es esa de la seg...
Iba a revelar la localización estratégica de mi mochila, cuando me di cuenta de que ella ya la había encontrado. No me sorprendía mucho, ya que era la única que estaba.
Llegó después la maestra y nos dio la clase.
Ciertamente fue más sencillo aprender cuando se interactúa con alguien de la misma edad, sin contar que ese alguien ha estado en tu mente la última semana.
En esa clase conocí más el idioma alemán, y a Ginebra. Algo que sin importar nada, era bueno para mi.
Salimos de clase y le pregunté:
-¿Ya te vas a casa?
+Sí.
-¿Por dónde vives?
+Acá cerca de la escuela.
-¿Te puedo acompañar?
+Claro
Yo soy así, me gusta acompañar a las personas, así como me gustaría que me acompañaran a mi, aunque sé que eso nunca pasará... pero aún guardo un poco de fe.
Ella realmente vivía cerca de la escuela, tanto que tardamos cinco minutos a lo mucho caminando lento.
Me despedí de ella, ella se despidió de mi, y yo me fui a casa. Iba caminando aún hipnotizado por los ojos de Ginebra... hasta que la vi sentada... a Jazz.
-¿Qué haces aquí?
+Nada, ¿y tú?
-Salía de mi clase de alemán.
+Si, claro...
-¿Te acompaño a casa?
+¿Acompañas a todos a sus casas?
-¿Estás celosa?
+¡Tu mamá va a estar celosa!
-¿Entonces te acompaño?
+¿Por qué insistes?
-¿No quieres que te acompañe?
+Yo no dije eso...
-Entonces te acompañaré.
+Idiota.
Y así fue como la acompañé a su casa. Un camino más largo, pero aún corto.
Nos despedimos y definitivamente me decidí a ir a casa. Tenía que hacer toda la tarea que no hice en días y preparar la exposición que aún no pasaba. Eso normalizaba la inmensa felicidad que había sufrido ese día.
Lo que pasó ayer con Jazz no lo recuerdo, sólo sé que ella amaneció en el cuarto de junto.
La desperté poniendo música a todo volumen, lo cual la enfureció por un momento, luego vio la hora y me lo agradeció.
Desayunamos, ella un poco y yo un mucho. Ella nunca fue de comer mucho, decía, generalmente una taza de café y un pan.
Después fuimos a la escuela.
Llegamos como de costumbre, nos sentamos y tomamos las clases como normalmente hacíamos.
Todo era rutinario, hasta que terminó nuestra última clase juntos... y empezó mi clase especial.
Me quedé de pie en el marco de la puerta esperando a que llegara Ginebra... no esperaba a la maestra, ni a mis compañeros... a Ginebra.
La vi pasar y acercarse a mi. Estaba seguro de que no se acercaba a mi, precisamente, sino al aula donde estaba... ¿Para qué se acercaría a mi?
-¿No tienes de casualidad los libros de alemán?
+Sí. Creí que ya los tenías.
-La verdad es que entré a las clases una semana después.
+¿No me habías dicho hace poco que habías llegado un poco después?
-El tiempo es relativo. Entonces... ¿Me los prestas para sacar copias?
+Sí, no veo por qué no.
-Y, ¿Me puedo sentar junto a ti en la clase?
+Sí, no veo por... ¿Qué?
-Sí, creo que si nos sentamos mejor sería mejor, ya que somos del mismo semestre y no somos los más adelantados de la clase, y nos podríamos apoyar y cosas así.
+Bueno... me parece una buena idea.
¿Estaba yo soñando? ¿En verdad ella me pedía sentarse conmigo? No debía dejar que se notara que la veía muy de vez en cuando.
-Mi mochila es esa de la seg...
Iba a revelar la localización estratégica de mi mochila, cuando me di cuenta de que ella ya la había encontrado. No me sorprendía mucho, ya que era la única que estaba.
Llegó después la maestra y nos dio la clase.
Ciertamente fue más sencillo aprender cuando se interactúa con alguien de la misma edad, sin contar que ese alguien ha estado en tu mente la última semana.
En esa clase conocí más el idioma alemán, y a Ginebra. Algo que sin importar nada, era bueno para mi.
Salimos de clase y le pregunté:
-¿Ya te vas a casa?
+Sí.
-¿Por dónde vives?
+Acá cerca de la escuela.
-¿Te puedo acompañar?
+Claro
Yo soy así, me gusta acompañar a las personas, así como me gustaría que me acompañaran a mi, aunque sé que eso nunca pasará... pero aún guardo un poco de fe.
Ella realmente vivía cerca de la escuela, tanto que tardamos cinco minutos a lo mucho caminando lento.
Me despedí de ella, ella se despidió de mi, y yo me fui a casa. Iba caminando aún hipnotizado por los ojos de Ginebra... hasta que la vi sentada... a Jazz.
-¿Qué haces aquí?
+Nada, ¿y tú?
-Salía de mi clase de alemán.
+Si, claro...
-¿Te acompaño a casa?
+¿Acompañas a todos a sus casas?
-¿Estás celosa?
+¡Tu mamá va a estar celosa!
-¿Entonces te acompaño?
+¿Por qué insistes?
-¿No quieres que te acompañe?
+Yo no dije eso...
-Entonces te acompañaré.
+Idiota.
Y así fue como la acompañé a su casa. Un camino más largo, pero aún corto.
Nos despedimos y definitivamente me decidí a ir a casa. Tenía que hacer toda la tarea que no hice en días y preparar la exposición que aún no pasaba. Eso normalizaba la inmensa felicidad que había sufrido ese día.
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