La pluie: 10

Despertaste, una vez más, en la cama de Gabrielle, mas esta vez dentro de las cobijas. Gabrielle estaba sentada a un lado esperando que despertaras con un pan color café oscuro y un pequeño cuenco lleno de un líquido blanco. -es leche de borrego- dijo Gabrielle.

En el momento en que acercaste el pan a tu boca y percibiste el olor sentiste un frío en tu interior que te hizo sentirte despierto, y al darle la primera mordida sentiste notaste que no se sentía como pan, sino como carne. -Es carne de salamandra, ayuda a recuperarse de desmayos y sueños largos- añadió ella.

Terminaste los extraños alimentos y le preguntaste por qué te ayudaba, a lo que respondió que ella odiaba la manera en que su padre trataba a los habitantes y a la naturaleza, ya que ella había visto que las criaturas podían vivir en paz siendo ninguna superior y pensaba que era estúpido que una sola persona tuviera todo el poder. Ella era, según tus conocimientos, demócrata.

Si bien tú no apoyabas mucho a la democracia, pero tampoco apoyabas mucho al emperador Guillermo y lo que Gabrielle decía te parecía muy cierto y convencedor.

Te contó que la nigromante del espejo le dijo que vendría del mundo su amado, quien derrocaría a su padre, y como no había sido ni Kenshi ni Almagor, debías ser tú.

Habías escuchado esos nombres antes, pero no recordabas donde, así que le preguntaste quienes eran, a lo que te respondió que eran los generales de las tropas militares y centinelas, respectivamente. Te dijo que vinieron de tu mundo y fueron absorbidos por la corrupción de su padre, quien les ofreció el mando de las tropas.

Le dijiste que cuando llegaste te atacaron unos hombres de cristal que eran grandes y pesados. -Son las tropas militares. Son pesadas, grandes y frágiles para que sean destruidas y puedan reformarse para tomar decisiones sobre el siguiente movimiento. Pero atacando la cabeza ningún pedazo se vuelve a mover- dijo Gabrielle con desdén y resentimiento.

-¿Qué más debo saber de las defensas del territorio?- le preguntaste pensando que debías empezar a planear una estrategia para derrocar a Vladimir Ivanov.

Ella te miró, y vio que la veías, se sonrojó y te comentó sobre las defensas internas de Kazerlöwe, las tropas centinelas; rápidas y letales máquinas de matar que se encontraba en la ciudad disfrazadas de estatuas, que a cualquier alerta de ataque, se movían casi tan rápido como la luz y regresaban a su lugar con los brazos llenos de sangre. Te habló que estas al ser destruidas no podían volver a unirse aun si su cabeza estaba intacta.

Sé que lo pensaste. Juntar simpatizantes para iniciar una revolución. Quizás si se arranca la hiedra para siempre y se deja la hierba, esta evoluciona y se vuelve fuerte, incluso más que la misma hiedra.

Ese día, dejaste de ser parte del imperio alemán y te volviste parte de Kazerlöwe.

Tropa centinela, diseñada para ser rápida y letal.

Comentarios