Paloma Querida

Era tarde y las estrellas comenzaban a salir...

Tu imagen se reflejaba en el indiferente licor que reposaba en mi vaso casi vacío...

No recuerdo si era whisky del bueno o tequila barato, pero está claro en mi memoria que en el séptimo trago te vi más allá de vasos o pantallas luminosas...

Caminé hacia ti para rogarte de nuevo el segundo último beso, pero caí de boca al tropezarme con el pesado bagaje de tu dura cobardía.

Y una vez en el suelo, con ayuda de medio trago más, me acerqué a las estrellas para buscar aquella que más te gusta...

Mas al intentar cogerla sin quemarme las manos, caí otra vez por una pesada lágrima que cargaba dentro sin recordarlo y, al tocar el suelo de nuevo, salió de mi ojo izquierdo junto a una triste canción de José Alfredo...

¡Qué tan grande debió ser mi cariño hacia ti! que, sin saber cantar ni las mañanitas, le seguí la voz a la luna desde la cantina hasta tu lejano balcón...

No sé si me equivoqué de casa o tus ojos ya estaban cerrados, pues a las tres de la mañana ni mis alaridos de dolor te hicieron aparecer frente a mí...

Y así me morí a los pies de tu casa con ganas de renacer, como el sol, cada día en tu ventana...

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