Morticia Galletas

Te conocí cuando el sol ya era sol y la luna ya era luna, cuando el viento ya sabía mil melodías y el cielo ya las había escuchado todas.
Cuando te conocí te tomé como el milagro que necesité insistentemente por mucho tiempo, como la luz que me salvaría de la soledad.
Cuando te conocí, tú te pegaste a mi como una garrapata que nunca se apartaría de mi y, hasta la fecha, sé que no te has ido.

Después de que te conocí, te volviste más que todo lo que quería encontrar, fuiste lo que nunca pensé y, sin embargo, ahí estabas sentada junto a mi sin pensar en el pasado ni en el futuro.
Después de que te conocí, plantaste rosas de papel en mi cabeza que puse en tu cabello para que me vieras con esa sonrisa con la que me decías que lo único que era era el ahora.
Después de que te conocí, aprendí a ver lo que no había visto, a escuchar lo que no había escuchado, a sentir lo que no había sentido, y olvidar todo lo anterior.

Y cuando te fuiste dejaste todo lo que habías puesto alguna vez en forma de una delicada figura tuya de cristal que aún me sigue viendo con esos ojos llenos de ternura.
Cuando te fuiste no dijiste adiós porque no planeabas irte, sino que te quedaste bajo mi brazo para abrazarme cuando necesitara un abrazo y nadie más pudiera dármelo.
Cuando te fuiste no te fuiste porque sigues aquí conmigo y por eso te amo.

Mas no te amo como se aman los que se quieren, sino que te amo de verdad, con ese amor del que hablaban los griegos y que, tristemente, ya nadie recuerda.

Te amo, amiga, como nunca he amado a otra amiga.

Comentarios