Invierno

Era una tarde cualquiera cuando la llamé.

Le pregunté si quería un café y ella preguntó: ¿Sólo un café?

Tocó a mi puerta y nos miramos. Sonrisa. La invité a pasar y ella fue directo a la cocina.

La cafetera se puso en marcha mientras le pregunté: ¿Qué tal van las cosas con tu novio?
Ella encogió los hombros y dijo mientras miraba por la ventana la lluvia: Bien.

Serví el café y la miré fijamente antes de decir: ¿Estás bien con esto?

Ella tomó mi mano sin titubeos y me llevó a mi cuarto que ya conocía casi de memoria.

Cerré la puerta como era costumbre mientras le decía: Pues bien. Empecemos.

Ella se quitó la blusa negra que tanto me gusta dejando ver sus preciosos y perfectos senos que tan bien conocía. Nuestras miradas se cruzaron y ahí estaba de nuevo ese sentimiento de vacío, esa muralla que mantenía todo sentimiento lejos de lo que nosotros.

Quizás esos sentimientos estaban tomando el café que dejamos en la mesa de la cocina.

Esa noche tuve sexo, pero no hice el amor.

Ella se fue a su casa. La casa se quedó igual de vacía.

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