Rata blanca
Ella nunca me quiso, pero eso nunca me importó.
La conocí de casualidad, tan imperfecta y perfecta a la vez, tan real e irreal.
Poco a poco se convirtió en la mujer de mis sueños, la chica de mis fantasías y la niña de mis pesadillas.
Sin embargo nunca le importé incluso cuando en mi lecho de muerte le expresé lo mucho que siempre la quise.
Su ausencia estuvo ahí cuando más necesitaba de ella, pero eso no me importó. Ella estaba ahí cuando no la necesitaba, quizás por eso ella nunca supo lo mal que estaba.
Cuando mis padres se divorciaron sólo necesitaba un abrazo de ella, pero ella no estaba ahí y me tuve que aferrar a un fantasma.
Ella se rió de mí cuando mi madre murió y yo sólo quería seguirla al infierno. No podía estar más solo, pero su risa me contagió la locura que me llevó hasta aquí.
Ella nunca mostró interés en mí, pero siempre puso atención a lo que decía, lo que le agradezco bastante.
Pero lo que empieza bien termina mal.
La fase terminal de mi cáncer había llegado y ella sólo me dijo "perdiste tu tiempo conmigo".
Y aún siendo un fantasma le escribo poemas en el viento narrados por los árboles.
Ella me libró de la vida que siempre me aprisionó.
Imagen por Grec Rojas. |
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