Si te vieras con mis ojos.
Más allá de lo que los ojos pueden ver, y más allá de lo que los oídos pueden escuchar, ahí estás tu.
El delicado contorno de tus ojos, esa sonrisa perfectamente dibujada, esa piel de seda blanca... Eres perfecta.
Y no lo digo porque el corazón obligue a mis ojos a mirar siempre en esa dirección, sino porque es tu hermosura la que obliga a todas las miradas a mirarte a ti.
Esa pequeña arruga que se forma tenue debajo de tu parpado buscando los sueños que dejaste despierta. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Esa línea que se forma a los lados de tus tersos labios, perfectamente delineada con rosa, que marca la barrera entre una sonrisa facial y una emocional. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
O ese delicado y precioso brillo que se forma en tu sonrisa, arriba de tus frenillos, y en tus ojos, a la izquierda de tu iris; ese brillo que, tenue, ilumina universos enteros llenos de vacío. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
La línea hermosa de tu rostro, el terciopelo de tu piel, esas tímidas pecas que se esconden en tu nariz, la forma en que tu cabello descansa detrás de tu oreja, o ese mechón valiente que se posa delante de la misma. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Esos cabellos rubios como el oro y deliciosos como el chocolate, que forman carreteras extravagantes que llevan al éxtasis, que brillan como el sol y reposan como el viento sobre tus hombros. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Esos destellos estelares que, espolvoreados en tu cuello de azúcar glass, tintinean sobre una melodía secreta hasta para los ángeles enamorando hasta al más peligroso fuego. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Todo de ti, de pies a cabeza, es arte. Es poesía en movimiento.
La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
El delicado contorno de tus ojos, esa sonrisa perfectamente dibujada, esa piel de seda blanca... Eres perfecta.
Y no lo digo porque el corazón obligue a mis ojos a mirar siempre en esa dirección, sino porque es tu hermosura la que obliga a todas las miradas a mirarte a ti.
Esa pequeña arruga que se forma tenue debajo de tu parpado buscando los sueños que dejaste despierta. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Esa línea que se forma a los lados de tus tersos labios, perfectamente delineada con rosa, que marca la barrera entre una sonrisa facial y una emocional. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
O ese delicado y precioso brillo que se forma en tu sonrisa, arriba de tus frenillos, y en tus ojos, a la izquierda de tu iris; ese brillo que, tenue, ilumina universos enteros llenos de vacío. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
La línea hermosa de tu rostro, el terciopelo de tu piel, esas tímidas pecas que se esconden en tu nariz, la forma en que tu cabello descansa detrás de tu oreja, o ese mechón valiente que se posa delante de la misma. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Esos cabellos rubios como el oro y deliciosos como el chocolate, que forman carreteras extravagantes que llevan al éxtasis, que brillan como el sol y reposan como el viento sobre tus hombros. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Esos destellos estelares que, espolvoreados en tu cuello de azúcar glass, tintinean sobre una melodía secreta hasta para los ángeles enamorando hasta al más peligroso fuego. La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
Todo de ti, de pies a cabeza, es arte. Es poesía en movimiento.
La verdad es que, si te vieras con mis ojos, te enamoras.
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