Noche
Y la toqué.
La toqué con todo lo que tenía: Con letras de segunda mano, versos desgastados, poesía descabellada y un bolígrafo barato.
Ella es tan suave como la seda y radiante como el satén.
Era un pecado no tocar su tersa inocencia.
Era delito no deleitarme con sus suspiros quebrados.
Después de tocarla un rato con mi poema de cantina, me arreglé un poco las comas para parecer un buen libro de Benedetti.
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