El jinete de la oscuridad: I
I
"Por la lejana montaña...va cabalgando un jinete..."
-Hace dos años, siete meses, dos semanas y cinco días. Puedo decirle incluso los segundos si usted quiere.
-No es necesario. Con los datos que me has dado está bien. El objetivo era probar tu capacidad de retención a largo plazo. Sin embargo tu depresión va en aumento.
-Creo que si mi retención a largo plazo no me falla, ya le había comentado eso desde la quinta cita, Doc.
-Las pruebas eran necesarias... un auto-diagnóstico no es una prueba fidedigna.
-Está bien Doc. ¿Cuándo me presento a la siguiente cita?
-Dentro de dos semanas.
-¿Tan pronto?¿Por qué?¡Siempre es cada mes!
-Tu caso es muy grave. Con un coeficiente intelectual de 190, no es normal que creas no pertenecer a este mundo.
-Entonces, hasta luego.
Caminé con dirección a mi casa con lágrimas en el alma y huecos en las mejillas.
Me dispuse a cruzar a la otra acera para poder llegar a mi casa.
Pasé hundido en mis pensamientos sin darme cuenta del auto que se acercaba a una alta velocidad. Era un mercedes negro con rojo el que casi me arrolla... una bonita combinación de colores.
Entré a mi casa, cuya puerta estaba abierta por un descuido mío. ¡Qué fortuna que nadie se diera cuenta!
Caminé tristemente hacia mi sillón y me dispuse a escuchar música para, inútilmente, tratar de alegrarme.
De pronto noté la fuerte presencia de mi viejo gato de peluche. ¡Oh!, ¡Cuántos recuerdos inundan mi mente!, recuerdos que, por más vivos que estén en mi cabeza, en la realidad murieron hace mucho tiempo. En ese momento traté llorar, mas no pude.
Entonces una idea pasó fugazmente por mi cabeza atrayendo mi atención: Salir un rato... un largo rato.
Tomé mi violín, mi diapasón, un poco de dinero, mi teléfono móvil, el gato de peluche, un lapicero negro, mi adorada libreta de dibujo y mi alma en pedazos.
Me vestí con la misma ropa que solía usar en mis tiempos de secundaria. Me sentí como si no hubiera crecido nada todo este tiempo.
Mi atavío constaba de: unos calcetines blancos, un pantalón negro, una playera negra estampada con una imagen de Cannibal Corpse debajo de la cual usaba una playera negra de manga larga, unas botas, una gabardina, un trozo de tela negra en el cuello, un montón de pulseras en mi brazo izquierdo y mis collares más valiosos, de los cuales destacan una cruz y un ángel que me hubieron regalado.
Me puse, aparte de lo descrito anteriormente, mi guante derecho y salí de casa.
"El sol brilla en el distante horizonte calentando la calle... mas mi interior se congela más y más cada segundo"
"Por la lejana montaña...va cabalgando un jinete..."
-Hace dos años, siete meses, dos semanas y cinco días. Puedo decirle incluso los segundos si usted quiere.
-No es necesario. Con los datos que me has dado está bien. El objetivo era probar tu capacidad de retención a largo plazo. Sin embargo tu depresión va en aumento.
-Creo que si mi retención a largo plazo no me falla, ya le había comentado eso desde la quinta cita, Doc.
-Las pruebas eran necesarias... un auto-diagnóstico no es una prueba fidedigna.
-Está bien Doc. ¿Cuándo me presento a la siguiente cita?
-Dentro de dos semanas.
-¿Tan pronto?¿Por qué?¡Siempre es cada mes!
-Tu caso es muy grave. Con un coeficiente intelectual de 190, no es normal que creas no pertenecer a este mundo.
-Entonces, hasta luego.
Caminé con dirección a mi casa con lágrimas en el alma y huecos en las mejillas.
Me dispuse a cruzar a la otra acera para poder llegar a mi casa.
Pasé hundido en mis pensamientos sin darme cuenta del auto que se acercaba a una alta velocidad. Era un mercedes negro con rojo el que casi me arrolla... una bonita combinación de colores.
Entré a mi casa, cuya puerta estaba abierta por un descuido mío. ¡Qué fortuna que nadie se diera cuenta!
Caminé tristemente hacia mi sillón y me dispuse a escuchar música para, inútilmente, tratar de alegrarme.
De pronto noté la fuerte presencia de mi viejo gato de peluche. ¡Oh!, ¡Cuántos recuerdos inundan mi mente!, recuerdos que, por más vivos que estén en mi cabeza, en la realidad murieron hace mucho tiempo. En ese momento traté llorar, mas no pude.
Entonces una idea pasó fugazmente por mi cabeza atrayendo mi atención: Salir un rato... un largo rato.
Tomé mi violín, mi diapasón, un poco de dinero, mi teléfono móvil, el gato de peluche, un lapicero negro, mi adorada libreta de dibujo y mi alma en pedazos.
Me vestí con la misma ropa que solía usar en mis tiempos de secundaria. Me sentí como si no hubiera crecido nada todo este tiempo.
Mi atavío constaba de: unos calcetines blancos, un pantalón negro, una playera negra estampada con una imagen de Cannibal Corpse debajo de la cual usaba una playera negra de manga larga, unas botas, una gabardina, un trozo de tela negra en el cuello, un montón de pulseras en mi brazo izquierdo y mis collares más valiosos, de los cuales destacan una cruz y un ángel que me hubieron regalado.
Me puse, aparte de lo descrito anteriormente, mi guante derecho y salí de casa.
"El sol brilla en el distante horizonte calentando la calle... mas mi interior se congela más y más cada segundo"
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